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TLAHUIKAYOTL

domingo, 25 de octubre de 2009

Proceso inquisitorial de Xiximekolotl de TEXKOKOTL – Parte 1 -

Preliminar

Con el acuerdo oportuno y por indicación acertada del señor Secretario de Relaciones Exteriores, Don Enrique C. Creel, inaugura una serie de publicaciones históricas la Comisión Reorganizadora del Archivo General y Público de la Nación, que al fin ha quedado definitivamente instalada, después de empeñosas y eficaces gestiones del señor Subsecretario, Don Federico Gamboa.

El documento elegido para iniciar la serie es un proceso inquisitorial, hasta ahora inédito y desconocido, que a no dudarlo, será de interés para los individuos que formen el XVII Congreso Internacional de Americanistas, que ha de reunirse en esta ciudad de México con motivo de las fiestas seculares de la proclamación de nuestra Independencia; porque el proceso contiene no pocas noticias sobre el culto de algunos dioses indígenas, sobre las costumbres y sobre la vida social en el siglo XVI; todo enumerado y descrito con muchos detalles, en las prolijas y animadas declaraciones de los testigos, que vertidas al castellano por intérpretes como Fray Alonso de Molina, Fray Bernardino de Sahagún, el clérigo Juan González y otros peritos en la lengua náhuatl, nos conservan con exactitud el modo de narrar y de comunicarse entre sí, según la usanza de sus antepasados, los indios supervivientes a la conquista, y especialmente los descendientes de antiguos señores o caciques de los pueblos.

El proceso fue iniciado e instruido siendo Inquisidor Apostólico contra la herética pravedad y apostasía en la ciudad de México y en todo el obispado, Don Fray Juan de Zumárraga, a quien se le había concedido tal título por el Arzobispo de Sevilla, Don Alonso   -VIII-   Manrique, Inquisidor General de España, con fecha 27 de junio de 1535.

El Señor Zumárraga tenía facultad y poder para inquirir contra todas o cualesquier personas, así hombres como mujeres, vivos o difuntos, ausentes o presentes, de cualquier estado y condición, prerrogativa y preeminencia y dignidad que fuesen, exentos o no exentos, vecinos o moradores que fueren o hubiesen sido en toda la diócesis de México, y que se hallasen culpados, sospechosos e infamados de herejía y apostasía, y contra todos los fautores, defensores y receptadores de ellos.

Podía hacer procesos en debida forma de derecho, ciñéndose a lo que disponían los Cánones; así como encarcelar, penitenciar y castigar, y aun relajar al brazo seglar a los reos, es decir, entregarlos a la autoridad del orden común para que ejecutase en ellos la pena de muerte, ya quemándolos vivos o después de haberles dado garrote en sus propias personas o en sus efigies.

Había también facultad para nombrar los oficiales que hubiere menester en sus inquisiciones, señalarles salarios o sueldos que demandaren sus servicios, y removerlos de sus empleos cuando lo juzgare oportuno1.

Con tan amplios poderes, el señor Zumárraga estableció en México el Santo Oficio, casi en forma, aunque no como Tribunal, puso cárcel, nombró alguacil, secretario, fiscal, y comisarios.

-Un docto biógrafo2, asegura que el señor Zumárraga nunca usó el título de Inquisidor Apostólico, pero tal aseveración es inexacta, y en más de diez procesos que hemos tenido a la vista, y en el que hoy publicamos, actuó y firmaba con ese título, en castellano o en latín; conoció de toda clase de herejías, pronunció sentencias en unión de uno de los oidores y celebró autos públicos de fe.

Viene, pues, a rectificar este error, del aludido erudito, el presente proceso, como rectifica a la vez los de antiguos cronistas, que al hablar del procesado, incurrieron en inexactitudes de otra índole: y a dar bastantes datos sobre el ardiente celo que desplegaba el primer Obispo en la extirpación del culto idolátrico, celo que llevó bastante lejos tratándose de individuos que por su reciente conversión a la fe, merecían más clemencia de su justicia y menos rigor de sus cristianos sentimientos.

-IX-

Quizá tal celo abrasador fue hijo de las ilusiones que se forjaron los primeros y santos misioneros, cuando con tanta actividad, pocos años después de consumada la Conquista, entregáronse a las prédicas y a las prácticas que requería la implantación del catolicismo entre los indios.

Los indios al comparar la mansa actitud de los misioneros con la fiereza de los conquistadores, las virtudes de aquéllos con los vicios de éstos, en bandadas acudían a las plazas y a los templos, apenas levantados, para recibir las aguas del bautismo. Por otra parte, los indios, ante el nuevo culto lleno de ceremonias y de pompas flamantes para ellos, fueron más catequizados por la novedad y lo aparatoso del ritual, que por la convicción; les cautivó sobre manera el canto, la música, el espectáculo teatral de las procesiones; todos ansiosos venían sin distinción de sexo ni edad a oír las misas, escuchar los sermones, recibir los sacramentos, y, para asistir a todas y cada una de las festividades católicas.

En breve, sin embargo, apagose aquella llamarada de conversiones encendidas por el tizón del mal trato de los conquistadores y alimentada por el oleo del humanismo de los frailes.

Los mismos misioneros que como Fray Toribio de Benavente habían hecho alarde de convertir centenares, millares y aun millones de indios, comenzaron a ver la realidad descarnada, la aparente conversión de aquellas multitudes que habían recibido rociadas de aguas bautismales, pero que como lluvias pasajeras no hicieron germinar ni fructificar los granos esparcidos.

Los indios, unos no habían olvidado el antiguo culto y otros volvían después de bautizados, a abrazar de nuevo las creencias de sus mayores; y como todavía existían muchos sacerdotes y creyentes, fanáticos adoradores de sus derribados dioses, con el mismo celo que desplegaban los misioneros cristianos, tornaron al redil sus para ellos ovejas descarriadas.

Entonces sucedió lo que hubo de suceder. Los indios en los rincones de las chozas o jacales, en los templos o teocallis arruinados, en el fondo de las cuevas y en la cima de los cerros, en el apartado silencio de los bosques y en las orillas de los lagos, prosiguieron pertinaces en sus idolatrías, consumando sacrificios, ofreciendo flores, quemando copal o inciensos, y aun paliando la adoración de sus falsas deidades bajo los simulacros de imágenes y cruces cristianas.

Los misioneros, en cambio, desengañados de aquellas rápidas   -X-   conversiones que en su santo candor creyeron sinceras, comenzaron a ser duros con los apóstatas y a reprenderlos en sus pláticas doctrinales, a azotarles públicamente, y a procesarlos en materias de fe relajándolos al brazo seglar que había de dar fuego a las primeras hornazas inquisitoriales.

«No quisiéramos ver mezclado el nombre del señor Zumárraga» -como dijo el Señor García Icazcabalceta- en actos semejantes; pero el hecho es, que formó entre otros el proceso que se encontrará en el presente opúsculo; proceso inquisitorial en toda forma, con sus delaciones, su examen minucioso de testigos, sus amenazas a los que encubriesen delitos semejantes, confiscación de bienes, declaraciones de hijos, esposas y otros deudos, simulacros de defensas, exageraciones en los capítulos de la acusación fiscal; y a la postre el auto de fe público, en la plaza principal de la ciudad, ante concurso numeroso y asistencia de autoridades, previo pregón anunciándolo la víspera, con anatemas de excomunión mayor para los que no asistiesen y escarnio del pobre reo vestido con sambenito, coroza en la cabeza y candela encendida en la mano.

***

El procesado se llamaba Don Carlos Ometochtzin, aunque según otros se apellidaba Yoyontzin, en su lengua, y Mendoza en la castellana, pero él se designó con el dictado de Chichimecatecutli, que era más bien el título que se daban los señores de Tetzcoco3. Fue nieto del sabio y poeta Netzahualcoyotl e hijo del severo y prudente Netzahualpilli, y un cronista4 deudo suyo, nos informa que al morir su padre se dice lo designó para heredar el señorío, pero otros hermanos le precedieron en el cargo, hasta que el año de 1531 sucedió a Don Hernando Cortés Ixtlilxochitl, que tanto contribuyó en la Conquista para ayudar a los españoles.

Don Carlos, en realidad, no fue entonces sino un simple Cacique. Habíase criado bajo la protección y en casa de Hernán Cortés, y cuando vinieron los primeros frailes franciscanos, le bautizaron, le doctrinaron y le educaron con esmero, pues sabía escribir, y le   -XI-   tuvieron bajo su amparo hasta que recibió el señorío y gobernación de sus sojuzgados indios.

Sea, como él dice en sus declaraciones y defensas, que ambicionasen sus émulos el cacicazgo de Tetzcoco, que le tuviesen a mal sus energías y severidades para gobernar y castigar los abusos y vicios de sus súbditos, o que él en realidad no se hubiese convertido de corazón a la religión de los castellanos y tratase de renovar el culto de sus antepasados, y sobre todo, que echase de menos las antiguas leyes y costumbres y la libertad e independencia de sus mayores, lo cierto es que el año de 1539 se vio acusado por idólatra y amancebado, ante su Señoría Reverendísima Don Fray Juan de Zumárraga, Primer Obispo de México e Inquisidor Apostólico.

Los cronistas del siglo en que vivió y los inmediatamente posteriores le acumulan que hacía sacrificios, «porque había tenido revelación del demonio que había de haber mucha pestilencia en la tierra» y un ilustrado historiador moderno, que confiesa no haber conocido la causa formada a Don Carlos, en su marcada simpatía por el Primer Obispo de México, afirmó que éste procedería con las luces y conocimiento de los hechos, y que la verdadera «que el delito del Cacique pasaba mucho de idolatría disculpable en un converso, y era digno de la pena capital, si no por la Inquisición en la hoguera, a lo menos por la autoridad civil en la horca. Diez y nueve años después de la conquista, nadie podía ignorar, y menos un Señor de Tetzcoco, que los sacrificios humanos eran asesinatos y que habían de ser severamente castigados sus autores. A pesar de la ilimitada libertad religiosa de nuestros días, no creo que saliera ileso de las manos de la justicia el indio que volviera al culto de Huitzilopochtli y le honrara derramando sangre humana.»5

Las «luces y conocimiento» de los hechos que consigna la causa, darán a cada uno la razón, al reo severamente castigado o al entusiasta admirador del juez inquisidor, y la imparcialidad y sereno juicio de los lectores, fallará si hubo en realidad fundamento para atribuir a Don Carlos, humanos sacrificios.

Concluido el proceso, entregado como hemos dicho el culpable a la justicia del orden común, he aquí cómo consigna y cuenta otro cronista indígena el delito y ejecución de Don Carlos.

«Entonces -dice- murió y fue quemado Don Carlos... tlatohuani de Tetzcuco-Aculhuacán; había señoreado durante ocho   -XII-   años; era también uno de los hijos de Necahualpilli Acamapichtli; fue de orden de Don Juan de Zumárraga, primer obispo de México, que fue quemado Don Carlos... que era a la sazón fiscal de Tetzcuco. Con él acabó la idolatría, porque él no la había abandonado, pues así se le atestiguó; adoraba los demonios que desde hacía mucho tiempo eran objeto de la devoción de los antiguos; se dice que los había juntado e colocado alrededor de su jardín.»6

El cronista indígena oyó a los enemigos del culpado o era un inocente creyente de los persuadidos por los misioneros para tomar como efigies del mismo diablo a las deidades falsas de piedra, que un tío de Don Carlos, colocara en la huerta de su casa; y el cronista indígena asentaba una falsedad mayúscula, al asegurar que con Don Carlos había acabado la idolatría, pues ésta continuó oculta, persistió durante mucho tiempo, y aún hoy día subsiste en los pueblos de indios, solapada y paliada, aunque sin ofrendas sangrientas como en los tiempos primitivos.7

Si el señor Zumárraga quiso hacer un ejemplar con Don Carlos, si logró que muchos indios, como dice otro cronista, quemaran por temor de sus justicias las pinturas jeroglíficas que se habían escapado de la destrucción, y que entregaran o destruyeran ellos mismos, ídolos y aun esculturas que nada tenían que ver con el culto, no consiguió, empero, todo lo que se proponía en su grande actividad de propagandista del cristianismo; porque poco después de muerto el descendiente infeliz de Netzahualcoyotl, cierto religioso agustino, Fray Antonio de Aguilar, descubría ídolos en una cueva, y a los indios conversos y no conversos que continuaban adorándolos, les predicó y amonestó para que los entregasen a su Señoría Reverendísima, así como otros útiles de sacrificios, y descubriesen quiénes los tenían, y «que si no los daban, e su Señoría los descubriese o supiese de ellos por otra parte, que los castigaría, y que se acordasen de Don Carlos y otros que su Señoría había castigado por ello...»

Hizo más el Fraile Antonio de Aguilar. Ya no con amonestaciones sino con rigor procedió contra los culpables, y él propio refiere que «por poner temor» entre los otros indios «azotaron a Tezcacoacatl y a Collín, carpintero, que no era cristiano, porque habían tenido   -XIII-   aquellos ídolos e a otros que no eran cristianos y bautizados...»8

Cuando se supo en España la ejecución de Don Carlos, y quizá estos otros castigos, «no pareció bien por ser rezin convertidos; y así se mandó que contra los indios no procediere el Santo Oficio, sino que el ordinario los castigase.»9

En efecto, a poco tiempo se recibió una carta del Señor Inquisidor General, escrita en Madrid a 22 de Noviembre de 1540 y dirigida al Ilustrísimo Señor Obispo de México, «sobre el modo que se había de tener en procesar contra los indios que se hubiesen bautizado y después idolatrasen;» y otra carta del mismo Inquisidor General y de la misma fecha, «reprendiendo al Ilustrísimo señor Zumárraga por haber hecho proceso contra un indio cacique por idólatra y haberlo sentenciado a muerte y quemádolo.»10

Fue, por consiguiente, Don Carlos, a modo de redentor de su raza, pues en lo sucesivo ya los indígenas no cayeron bajo la tremenda jurisdicción del Santo Oficio, y al exhumar hoy su proceso olvidado, cuando México conmemora la primera centuria de su emancipación política, no se puede menos que recordarle con simpatía, porque según consta en su causa, dijo suspirando, refiriéndose a los que habían concluido con el gobierno y dominio de sus antepasados:

«¿Quiénes son éstos que nos deshacen, e perturban, e viven sobre nosotros, e los tenemos a cuestas y nos sojuzgan? Pues aquí estoy yo, y allí está el Señor de México Yoanize, y allí está mi sobrino Tezapille, Señor de Tacuba, y allí está Tlacahuepantli, Señor de Tula, que todos somos iguales y conformes y no se ha de igualar nadie con nosotros; que ésta es nuestra tierra, y nuestra hacienda y nuestra alhaja, y nuestra posesión, y el Señorío es nuestro y a nos, pertenece, y quién viene aquí a sojuzgarnos, que no son nuestros parientes ni de nuestra sangre y se nos igualan, pues aquí estamos y no ha de haber quién haga burla de nosotros...»

-XIV-

¡Grito doloroso e impotente, digno de la altivez y rebeldía del representante de una raza desgraciada y muerta, sólo redimida por él de la potestad del Santo Oficio; pero grito que resuena bien en estos instantes en que toda la Nación hace la apoteosis de los que iniciaron nuestra independencia!

Luis González Obregón.

México, Septiembre de 1910.

Proceso criminal contra don Carlos, indio principal de Tezcuco

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I.- Auto cabeza de proceso

En la iglesia de Santiago de Tatelulco de esta cibdad de México, Domingo veinte e dos días del mes de Junio, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil e quinientos e treinta e nueve años, ante el Reverendísimo Señor Don Fray Juan de Zumárraga, por la gracia de Dios e de la Santa Iglesia de Roma, Primer Obispo de esta dicha cibdad de México, del Consejo de Su Majestad y Inquisidor Apostólico contra la herética pravedad e apostasía en esta dicha cibdad y en todo su obispado, y en presencia de mí Miguel López de Legazpi, Secretario del Santo Oficio de la Inquisición, paresció presente, Francisco, indio, natural de Chiconabtla, siendo intérpretes el Padre Fray Antonio de Cibdad Rodrigo, Provincial de la orden del Sr. Sant Francisco en esta Nueva España, e su compañero Fray Alonso de Molina, e Fray Bernardino, letor del Colegio de Santiago, por lengua de los cuales dijo: que viene a denunciar y a decir lo que sabe de Don Carlos, principal e vecino de Tezcuco, casado, que por otro nombre se dice Chichimecatecotl, y es que puede haber veinte días, poco más o menos, que haciendo ciertas procesiones e rogativas e disciplinas en el pueblo de Chiconabtla, por consejo del Padre Provincial, por el agua, y porque moría mucha gente,   -2-   el dicho Don Carlos fue al dicho pueblo de Chiconabtla, a ver a su hermana, que es mujer del Cacique del dicho pueblo; e como el dicho Don Carlos, vido hacer las dichas procesiones, e que en aquellos días no comían sino pescado, murmuró de ello diciendo que para qué hacían aquello; y después de pasadas las procesiones, el dicho Don Carlos llamó a éste que declara diciendo que le quería hablar, y ido adonde él estaba, el dicho Don Carlos, delante de Don Alonso su cuñado y Don Cristóbal, y de otros dos principales de Tezcuco, que iban con el dicho Don Carlos, le dijo a éste que declara, reprendiéndolo mucho: «pobre de ti, en que andas con estos indios, e qué es esto que haces, piensas que es algo lo que haces» -dándole a entender que era inorante e simple, y que no sabía lo que se hacía- «quieres tú hacer creer a estos lo que los padres predican e dicen, engañado andas, que eso que los frailes hacen, es su oficio de ellos hacer eso, pero no es nada; ¿qué son las cosas de Dios? No son nada: por ventura hallamos lo que tenemos, lo escripto de nuestros antepasados: pues hágote saber que mi padre e mi agüelo fueron grandes profetas, e dijeron muchas cosas pasadas y por venir, y ninguna dijeron cosa ninguna de esto, y si algo fuera cierto esto que vos e otros decís de esta dotrina, ellos lo dijeran, como dijeron otras muchas cosas, y eso de la dotrina cristiana no es nada, ni en lo que los frailes dicen no hay cosa perfecta: más hay que eso, que eso que el visorey y el obispo y los frailes dicen, todo importa poco y no es nada, sino que vos e otros lo encarecéis y autorizáis y multiplicáis (con) muchas palabras, y esto que te digo yo lo sé mejor que tú porque eres mochacho; por eso déjate de esas cosas que es vanidad, y esto dígote, como de tío a sobrino, y no cures de andar en eso ni andar haciendo creer a los indios lo que los frailes dicen, que ellos hacen su oficio, pero no porque sea verdad lo que dicen; por eso quítate de eso y no cures de ello, sino mira por tu casa y entiende en tu hacienda:» y otras muchas cosas, y reprensiones y palabras   -3-   contra nuestra santa fe católica le dijo el dicho Don Carlos; las cuales dichas pláticas éste que declara dará por escripto, como pasó; a las cuales dichas pláticas el dicho Don Alonso, Cacique de Chiconabtla, respondió muy desabrido, diciendo al dicho Don Carlos que no se hablase más de ello, porque no era bien hecho; y éste que depone, respondió al dicho Don Carlos: «cómo dices eso, no sabes que estas cosas son de Dios y son santas y no conoces ni te acuerdas de lo que el Padre Provincial nos ha dotrinado y predicado, que es Padre nuestro, y nos ha criado a todos ¿por ventura es pecado lo que el visorey y el obispo nos mandan?, pues yo tengo e creo lo que la iglesia tiene y cree, porque es santo e bueno,» y otras muchas cosas; y todos los que estuvieron presentes a las dichas pláticas, quedaron escandalizados de lo que el dicho Don Carlos decía; y que después el dicho Don Carlos se apartó con Don Alonso su cuñado y tuvo cierta plática; y después tomó asimismo aparte el dicho Don Carlos a su hermana, mujer del dicho Don Alonso, y estuvo platicando con ella y que no sabe lo que pasaron, más de que después el dicho Don Alonso y su mujer, dijeron a éste que depone, que el dicho Don Carlos les había dicho que debían de matar a éste que declara y otros dos hijos del dicho Don Alonso, porque estaban muy adelante en las cosas de Dios, y que se guardasen de él, y que lo que más pasaron, ellos lo saben y lo dirán; y juró ser así verdad todo lo suso dicho, y que no lo dice de malicia ni por odio ni enemistad que tenga al dicho Don Carlos, sino porque pasó así en hecho de verdad, y por descargo de su conciencia, e porque le paresció muy mal lo que el dicho Don Carlos decía, por ser como es contra Dios e contra nuestra santa fe católica; todo lo cual dijeron los dichos intérpretes, que lo dice el dicho Francisco, indio, y lo firmaron y asimismo firmó el dicho Francisco. -Fr. Antonio Civitatencis. Provincialis. mr. Fray Alonso de Molina. -Fray Bernardino de Sahagún. -Francisco Maldonado. -(Rúbricas).

-4-

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II.- Prisión de Don Carlos

E luego su Señoría Reverendísima, vista la dicha información, mandó dar su mandamiento para prender al dicho Don Carlos, el cual se dio en forma, dirigido al nuncio e alcaide del Santo Oficio.

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III.- Declaración de Cristóbal, indio de Chiconabtla

E después de lo susodicho, en el pueblo de Chiconabtla, dos días del mes de Julio del dicho año de mil e quinientos e treinta e nueve años, su Señoría Reverendísima, por ante mí el dicho Secretario, hizo parescer a Cristóbal, indio, natural e vecino del dicho pueblo de Chiconabtla, del cual fue tomado e rescebido juramento, segund forma de derecho, y él lo hizo e prometió de decir verdad, so cargo del cual le fueron hechas ciertas preguntas por lengua del Padre Juan González, clérigo, intérprete, e visitador de su Señoría, del cual asimismo fue tomado juramento en forma, e so cargo de él prometió de interpretar e declarar bien e fielmente en todo lo que pudiese e se le entendiese; e lo que se le preguntó e dijo e respondió por lengua del dicho intérprete, es lo siguiente:

Preguntado cómo se llama, dijo que Cristóbal y que es natural de Chiconabtla, y casado en el dicho pueblo;

preguntado, si conosce a Don Carlos, el de Tezcuco, que por otro nombre se dice Chichimecatecotl: dijo, que sí (lo) conosce;

preguntado, si es verdad que en el dicho pueblo de Chiconabtla, hicieron ciertas procesiones e disciplinas, dijo que sí, que es verdad, que puede haber veinte e un días, poco más o menos, que en el dicho pueblo hicieron ciertas procesiones, ayunos e disciplinas, por agua;

preguntado, si es verdad que en los días que hicieron las dichas procesiones vino al dicho pueblo de Chiconabtla   -5-   y estuvo en él, el dicho Don Carlos de Tezcuco: dijo, que sí vino y estuvo en el dicho pueblo cuando se hicieron las dichas procesiones;

preguntado, si es verdad que el dicho Don Carlos les reprehendió por que hacían las dichas procesiones, deciendo que no era bien hecho ayunar ni comer pescado ni hacer las dichas disciplinas y procesiones, e que con estas cosas traían engañados los maceguales, e qué otras cosas le oyó decir este testigo al dicho Don Carlos contra nuestra Santa fe católica: dijo, que lo que pasa es, que el día que acabaron de hacer la procesión, que fue un día Martes, por la mañana, el dicho día en la tarde, de parte de Don Carlos, cacique del dicho pueblo, les fueron a llamar a este testigo, y (a) Francisco, indio, que estaba en el barrio de Yopico; y fueron a su llamado a la posada del dicho Don Alonso, donde posaba el dicho Don Carlos, y allí les dieron de comer, y después de haber comido, el dicho Don Alonso les dijo que fuesen a ver al dicho Don Carlos que les buscaba; y este testigo y el dicho Don Francisco fueron al aposento donde el dicho Don Carlos estaba, y estando en el dicho aposento, vino el dicho Don Carlos, dos principales de Tezcuco, que se dicen Zacanpatl, y Coaunochtezi, y otro indio que se dice Poyoma, de Tezcuco, y Don Alonso, cacique de Chiconabtla y el dicho Francisco, y este testigo y Melchior Aculnauacatl, principal de Chiconabtla, y otros dos indios del dicho pueblo: el dicho Don Carlos mandó salir del dicho aposento a estos dos indios protescos (sic), porque no eran muy principales, y preguntó a Melchior si era principal, y le dijeron que sí, y el dicho Don Carlos le dijo que se estuviese; entonces el dicho Don Carlos les dijo que se allegasen a él, y estando con él juntos, les comenzó a decir: «agora aquí estáis, y está mi sobrino el Señor, y quiero os decir una cosa que dejaron nuestros antepasados, nuestros agüelos y nuestras agüelas, y por ventura lo entenderéis: ¿y por ventura no yo también estaba en la iglesia de Dios y he estado en todas partes?» Y volviendo   -6-   al Francisco, le dijo: «hermano, seamos así ¿qué verdad es la divinidad que deseamos? quizá es nada; aquí tenemos tres maneras que son cartillas, romance, y gramática, y en la cartilla está el «a b c,» y «pater noster,» y «ave María, credo, y salve regina,» artículos y mandamientos ¿por ventura fenece aquí todo? no hay más que hacer: los padres de Sant Francisco tienen una manera de hábito, y los de Santo Domingo de otra, y los de Sant Agustín de otra, y los clérigos de otra, y cada uno de ellos enseña a su manera, pues nuestros pasados también fueron profetas y supieron lo pasado y por venir, y nunca dijeron quiénes habían de venir;» y otras muchas cosas les dijo el dicho Don Carlos, persuadiendo al dicho Francisco que lo que oía de los frailes que no lo enseñase: «e si alguna cosa te dijere el visorey, el obispo, el provincial, no lo digas a nadie, sino guárdalo para ti;» y que las pláticas del dicho Don Carlos e las cosas que les dijo, le paresció muy mal a este testigo e que reñió con el dicho Francisco el dicho Don Carlos, deciéndole: «qué quieres hacer, sabéislo bien, hermano; cata que te lo estorbo y te lo riño;» persuadiendo a que no enseñase la dotrina cristiana ni les quitase ni estorbase a los indios sus vicios e costumbres antiguas, sino que les dejase vivir como a sus antepasados: «y mira que esto te digo aquí entre nosotros que somos principales:» e que esto es lo que se le acuerda de las dichas pláticas, a las cuales estuvieron presentes los dichos Don Alonso y el dicho Don Francisco, y Melchior y los tres de Tezcuco, que de suso tiene declarado; y que ésta es la verdad y afirmose en ello, y firmolo, de su nombre, y asimismo firmó el dicho intérprete; y encargósele el secreto de lo susodicho en forma. Cristóbal. -Juan González.» (Rúbrica).

Otro sí. Dijo el dicho Cristóbal que se le acuerda que el dicho Don Carlos les dijo cuando les dijo que los frailes tenían cada uno su manera de enseñar: «veamos donde se dijo que tuvo principio la ley de nuestros antepasados, que dejaron ¿por ventura comenzose en el cielo o en el infierno aquello?» sea dando a entender que aquello habían de guardar   -7-   e no otra cosa; y que esta es la verdad, e afirmose en ello, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González -(Rúbrica). -En cuatro de Julio del dicho año fue preso el dicho Don Carlos, por mandado de su Señoría Reverendísima, y puesto en la cárcel del Santo Oficio.

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IV.- Secuestro de los bienes de Don Carlos

E después de lo susodicho, en cuatro días del dicho mes de Julio del dicho año, en el lugar y sitio, que se dice Oztuticpac, donde es la casa de la morada del dicho Don Carlos, que es en el dicho pueblo de Tezcuco, por ante mí el dicho Miguel López, su Señoría Reverendísima mandó secuestrar los bienes del dicho Don Carlos, y para los secuestrar fue a las dichas casas de la morada del dicho Don Carlos, donde halló a Doña María, su mujer del dicho Don Carlos, e otras personas; y en las dichas casas se hallaron cuatro arcos de palo, y diez o doce flechas, y un libro o pintura de indios, que dijeron ser la pintura o cuenta de las fiestas del demonio que los indios solían celebrar en su ley, e una cama con ciertas mantillas de poca importancia que se dio a la dicha Doña María, e una heredad de sementera de trigo, y árboles de diversas maneras, cercada junto a la dicha casa.

Así vista la dicha casa, luego su Señoría preguntó a los indios principales de Tezcuco, que presentes estaban, si tenía el dicho Don Carlos otros bienes en otra casa en el dicho pueblo, los cuales, por lengua del Padre Juan González, clérigo, dijeron que el dicho Don Carlos tenía otra casa, a la cual fue su Señoría, por ante mí, el dicho Secretario y testigos de yuso escriptos, juntamente con algunos de los dichos indios principales que la fueron a mostrar; y en las dichas casas, andando buscando lo que en ellas había, se hallaron dos adoratorios que dijeron ser de ídolos, en que   -8-   los techos, poco más o menos; e junto a ellas, un pilar hecho de piedra, pegado a una pared, en el cual dicho pilar estaban ciertas caras, e figuras de ídolos de piedra; y en otro adoratorio estaba una casita a manera de capilla antigua, y junto a ella, por las paredes, algunas figuras de ídolos de piedra; y unos pocos de cabellos cortados; lo cual se derribó por ver lo que había, y en los dichos adoratorios y en el dicho pilar, que estaba hecho en el uno de ellos, dentro de él se hallaron los ídolos e figuras siguientes: dos figuras de piedra que dijeron ser e que se llamaba Quezalcoatl, y otras dos figuras como de mujeres que dijeron se llamaban Xipe, y otro figura que se dice Coatle, y otras cinco figuras a manera de culebras enroscadas que dijeron se llamaban Tecoatl, e otra figura que se dice Tecoacuilli e otra que se dice Cuzcacoatltli, e otra que se dice Tlaloc, y otras tres que se dicen Chicomecuatli, y otras dos figuras que se dicen Cuatl, e otra que se dice Cuanacatl, e otras dos piedras a manera de una capillita, entalladas, que dijeron ser Cues y que la una era casa de Quelzacoatl, y más otras treinta figuras de piedra de diversas maneras que los indios dijeron que no saben como se decían ni las conocían; todas las cuales dichas figuras eran de piedra, ecepto una que era de barro cocido; y a los sacar y tomar de los dichos ídolos estuvieron presentes, el Receptor Santiago López de Aburo, e Cristóbal de Canejo, e Martín de Buensoto, e Don Lorenzo, Gobernador de Tezcuco, e Don Francisco e otros principales del dicho pueblo; los cuales dichos principales, como dicho es, dijeron e declararon los nombres de los dichos ídolos por lengua del dicho Juan González, clérigo que así mismo fue presente a todo lo suso dicho; todos los cuales dichos ídolos e figuras, su Señoría mandó llevar a la cibdad de México, para hacer sobre ellos justicia, e lo entregó todo ello al dicho Don Lorenzo, Gobernador de Tezcuco; testigos los dichos.

-9-

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V.- Declaración de Pedro, indio de Tezcuco

Y luego incontinenti, el dicho Señor Obispo, Inquisidor susodicho, por ante mí el dicho Miguel López, Secretario, para saber la verdad e como pasó lo suso dicho, para hacer en el caso justicia, hubo e tomó la información siguiente:

E luego su Señoría hizo parescer ante sí a Pedro, indio, vecino e natural del dicho pueblo de Tezcuco, del cual fue tomado e rescibido juramento segund forma de derecho, y él lo hizo y prometió de decir verdad, so cargo del cual se le preguntó e dijo lo siguiente:

Preguntado, cómo se llama y de dónde es natural: dijo que se llama Pedro, y que es natural de Tezcuco, e vecino, y casado, y que ha treinta años, poco más o menos, y que es criado del dicho Don Carlos: e que es cristiano bautizado;

preguntado, si conosce a Don Carlos: dijo, que sí le conosce, porque se criaron ambos juntos, y porque el dicho Don Carlos es sobrino de este testigo, hijo de su hermana de este testigo;

preguntado, si estuvo presente el dicho día en una casa donde su señoría halló a ciertos ídolos de piedra: dijo, que sí estuvo presente, que los vido sacar los dichos ídolos;

preguntado, cuya es la casa donde su Señoría halló los dichos ídolos: dijo, que la dicha casa era de su abuelo del dicho Don Carlos, y al presente es del dicho Don Carlos, que sucedió en la dicha casa;

preguntado, qué tanto tiempo ha que el dicho Don Carlos posee la dicha casa: dijo, que desde que fue niño es suya la dicha casa, porque siendo niño, el dicho Don Carlos, le dio su padre de este testigo aquella casa, y después acá hasta agora siempre la ha tenido e poseído el dicho Don Carlos por suya e como cosa suya la dicha casa;

preguntado, quién ha vivido y vive al presente en las dichas casas: dijo, que su padre deste testigo, vivió en las   -10-   dichas casas mucho tiempo, que fue abuelo del dicho Don Carlos, porque eran suyas las dichas casas, y él las dio al dicho Don Carlos su nieto, y después de muerto su padre de este testigo, las guardó cierto tiempo un tío del dicho Don Carlos, que se decía Bernabé Tlachiachi, el cual murió puede haber ocho años, poco más o menos, y después vivió en ellas cierto tiempo el dicho Don Carlos, y de dos años a esta parte, ha estado e vivido este testigo en las dichas casas, por el dicho Don Carlos e con su licencia, y porque el dicho Don Carlos le mandó que fuese a vivir allí para guardar las dichas casas, porque nadie no se las deshiciese;

preguntado, quién puso los dichos ídolos en las dichas casas y qué tanto tiempo ha: dijo, que no lo sabe, porque cuando este testigo fue a vivir a las dichas casas, ya estaba así como su Señoría lo halló el dicho día;

preguntado, si vido este que declara, los dichos ídolos en las dichas casas: dijo, que los que estaban fuera en la pared sí veía y los miraba como a piedras, pero no sabía otra cosa, porque este testigo tenía aquella casa para dormir no más y que de día no estaba allí;

preguntado, si iba el dicho Don Carlos muchas veces a las dichas casas y si entraba a los dichos adoratorios a ver los dichos ídolos y qué les ofrescía: dijo, que la dicha casa era del dicho Don Carlos y se acordaba de ella, y muchas veces iba allí a verla, y se andaba por ahí mirándola, y luego se volvía, e que no le vido ofrescer ni hacer otra cosa.

preguntado, qué otras personas entraban en las dichas casas a ver los dichos ídolos y ofrescerles: dijo, que no entraba nadie, e que con el dicho Don Carlos iban algunas veces, Gabriel Xaltemo, y Juan Mixcoatl, y Pablo Nantle, y Pablo Chochocoatl, y Andrés Aculoa, y que no iban otros ningunos; e que estos todos andaban por toda la casa, e que así mismo han entrado en las dichas casas, algunas veces Antonio. Tlatuxcalcatl, y Bernarbé Tlalchachi, y Tacacoatl, e Juan Tlaylotlac, y Lorenzo Mixcoatlaylotlac, y Antonio Azcametl, y Tlacuxcaltl Xiuimito,   -11-   porque todos éstos son tíos del dicho Don Carlos, pero que ninguno de ellos no ofrescía a los dichos ídolos más de que los vían allí; y que es verdad que antes que viniesen los cristianos, era aquella casa, casa de oración, y allí se juntaban a hacer sus fiestas y a rogar a sus dioses lo que querían, pero que después que vinieron los cristianos, nunca más lo han hecho.

preguntado, qué tanto tiempo ha que el dicho Don Carlos no oye misa: dijo, que no sabe;

preguntado, cuántas mancebas tiene el dicho Don Carlos: dijo, que no lo sabe, porque éste que declara, no entra donde están sus mujeres:

preguntado, si tiene por manceba, el dicho, Don Carlos, a una sobrina suya, que se dice Doña Inés, dijo: que es verdad que el dicho Don Carlos solía tener por manceba a la dicha Doña Inés su sobrina, y tuvo en ella una hija; pero que puede haber dos años, poco más o menos, que oyó decir que el dicho Don Carlos, la había dejado; y que esta es la verdad y lo que deste caso sabe, para el juramento que hizo, e afirmose en ello, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González. -(Rúbrica.)

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VI.- Declaración de Gabriel, indio de Tezcuco

E después de lo suso dicho, este dicho día, fue tomado e recibido juramento, segund forma de derecho, de Gabriel, indio, natural que dijo ser de Tezcuco, el cual lo hizo en forma de derecho e prometió de decir verdad, e so cargo a la cual, le fue preguntado e dijo por lengua del dicho Juan González, clérigo, intérprete, lo siguiente:

Preguntado, como se dice: dijo, que Gabriel Xaltemo, y que es natural de Tezcuco, e que no es casado, e que es de edad de veinte cuatro o veinte cinco años, poco más o menos, y que es cristiano bautizado;

preguntado, si conoce a Don Carlos y de qué tanto   -12-   tiempo a esta parte: dijo, que sí le conosce de cinco años a esta parte;

preguntado, si estuvo presente ahí dicho día, en la casa donde su Señoría halló ciertos ídolos de piedra: dijo, que sí estuvo presente e vido deshacer la pared y pilares de donde se sacaron los dichos ídolos;

preguntado, cuya es la casa donde se hallaron los dichos ídolos; dijo, que Don Carlos solía vivir en las dichas casas y después que él salió de ellas, vive en ellas Pedro Yzcutecatl, tío del dicho Don Carlos;

preguntado, cuántas veces ha estado éste que declara en las dichas casas: dijo, que algunas veces ha ido éste que declara a las dichas casas con el dicho Don Carlos, e otras veces sin él, porque el dicho Pedro, que vive en las dichas casas, es tío de este testigo;

preguntado, qué les ofrescía el dicho Don Carlos a los dichos ídolos en las dichas casas: dijo, que no les ofrescía cosa ninguna, más de que entraba donde estaban los dichos ídolos e miraba por allí e luego se salía afuera;

preguntado, si vido este testigo los dichos ídolos en las dichas casas: dijo, que sí vido los que estaban en la haz de la pared, hacia fuera, como piedras quebradas puestas en la pared, e no vido más;

preguntado, quién puso los dichos ídolos en la dicha pared: dijo, que oyó decir, a Bernabé Tlalchachi, indio, tío de Don Carlos, que Lorenzo Tlaxlotla sabía quién puso los dichos ídolos en la dicha pared;

preguntado, qué otras personas ha visto entrar en la dicha casa a adorar los ídolos e ofrescerles: dijo, que no, a nadie;

preguntado, cuántas mancebas tiene el dicho Don Carlos: dijo, que no lo sabe, más de que solía tener por manceba a una sobrina suya, que se dice Doña Inés, la cual parió allí, y después ha oído decir que la dejó; e que ésta es la verdad para el juramento que hizo, e afirmose   -13-   en ello, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre.-Juan González -(Rúbrica).

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VII.- Declaración de Bernabé Tlalchachi

El dicho Bernabé Tlalchachi, testigo recibido para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho, el cual lo hizo e prometió de decir verdad, so cargo dél, por lengua del dicho padre Juan González, se le preguntó e dijo lo siguiente:

preguntado, si estuvo presente allí dicho día, en la casa donde el suso dicho Señor Obispo halló ciertos ídolos, éste que declara, e vido los dichos ídolos e adoratorios de donde se sacaron: dijo, que sí estuvo presente e lo vido todo;

preguntado, cuya es la casa donde se hallaron los dichos ídolos: dijo, que la dicha casa fue de Tlalchachi, abuelo de Don Carlos, y que agora es de sus descendientes, y que el dicho Don Carlos solía vivir en la dicha casa, y que agora vive en ella Pedro Yzcutecatl, que el dicho Don Carlos le puso por guardia de las dichas casas;

preguntado, quién puso los dichos ídolos en las dichas casas e adoratorios: dijo, que cuando destruyeron los dichos ídolos, Tlalchachi Coatecoatl, tío de Don Carlos, que vivía en las dichas casas, puso allí aquellos ídolos, jugando, y que a la sazón estaba e vivía con él Lorenzo Mixcoatlaylotlan, y que éste lo sabrá porque el dicho Tlalchachi es muerto:

preguntado, qué personas estuvieron a adorar dichos ídolos y ofrecerles: dijo, que no lo sabe, que si fueran su padre de este testigo, él lo supiera, pero no lo sabe ni lo ha visto;

preguntado, qué tanto tiempo ha que el dicho Don Carlos no oye misa: dijo, que días ha, que este testigo no ha visto ir a misa al dicho Don Carlos;

preguntado, cuántas mancebas tiene el dicho Don   -14-   Carlos: dijo, que no lo sabe, mas de que solía tener por manceba a una sobrina suya, pero que no sabe si está agora con él; y que ésta es la verdad para el juramento que hizo, e afirmose en ello, e no firmó porque dijo que no sabía escribir, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre, y encargósele el secreto en forma. -Juan González. -(Rúbrica).

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VIII.- Declaración de Doña Inés, natural de Iztapalapán

E después de lo suso dicho, en este dicho día, el dicho señor Obispo, por ante mí el dicho Secretario, hizo parescer ante sí a la dicha Doña Inés, de la cual fue tomado e rescibido juramento en forma debida de derecho, el cual ella lo hizo e prometió de decir verdad, e so cargo de él, le fueron hechas ciertas preguntas, por lengua del dicho Juan González, clérigo, intérprete, las cuales, con lo que a ellas respondió son las siguientes:

Preguntada, cómo se llama y de dónde es natural: dijo, que Doña Inés, y que es natural de Ixtapalapa;

preguntada si es cristiana: dijo, que sí, que es cristiana bautizada, que ha quince años, poco más o menos, que es bautizada;

preguntada, si conosce a Don Carlos que por otro nombre, se dice Chichimecatecotl, principal de Tezcuco: dijo, que sí le conosce de siete años a esta parte, poco más o menos;

preguntada, si es parienta ésta que depone del dicho Don Carlos: dijo que sí, que es su tío el dicho Don Carlos, hermano de su madre de ésta que depone;

preguntada, si ha sido casada ésta que depone: dijo, que no;

preguntada, si ha tenido que hacer carnalmente el dicho Don Carlos con ésta que depone y si es su manceba: dijo, que puede haber siete años, poco más o menos, que el dicho Don Carlos hubo a ésta que declara, y que tuvo   -15-   acceso con ella carnalmente, y que ésta que depone parió dos veces del dicho Don Carlos, su tío, dos hijas, una de las cuales es muerta y que la otra tiene consigo esta declarante; y que el dicho Don Carlos la tuvo por manceba tiempo de tres años, poco más o menos a ésta que declara, y después la dejó y se apartó de ella; e que después que se casó el dicho Don Carlos, se ha echado con ésta que declara solas dos veces, e no más; preguntada, si ha oído predicar a los padres que es pecado grave tener acceso carnal con pariente o parienta: dijo, que sí ha oído muchas veces, y que puede haber cinco años sabe que es pecado, pero que ofendió a Dios.

preguntada, si la mantiene y da de comer el dicho Don Carlos: dijo, que maíz le da para su hija, e no otra cosa, e que no ha más de cuarenta días que vino de Yztapalapa, de donde es natural, e que vino a ver unas sementeras que tiene en este pueblo de Tezcuco, que eran de su madre; e que ésta es la verdad para el juramento que hizo, y afirmose en ello, e no firmó porque dijo que no sabía escribir, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González. -(Rúbrica).

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IX.- Amonestación y declaraciones del Gobernador e indios principales de Tezcuco

E después de lo suso dicho, en este dicho día, cinco días del mes de Julio del dicho año de mil e quinientos e treinta e nueve años, su Señoría Reverendísima hizo juntar ante sí al Gobernador e principales del dicho pueblo de Tezcuco, a los cuales hizo una plática por lengua del dicho Juan González, desciendo cómo su Señoría había hallado los dichos ídolos en aquella casa de Don Carlos, en prescencia de ellos todos, y en medio del pueblo; por lo cual parescía que todos ellos lo sabían e veían; y que no debía haber sólo aquello, pero mucho más, por ende, que los amonestaba que si alguna persona tuviese algunos ídolos e casas de idolatría en su casa, e fuera de ella, o supiese quién los tenía o   -16-   de ello supiese en cualquiera manera, que lo viniesen a decir e manifestar ante su Señoría, y a denunciarse de sí mismo, que los rescebiría con misericordia; e que agora vería la cristiandad que en ellos había, donde no, que lo contrario haciendo, si les probase alguna cosa, o lo averiguase contra ellos que encubrían alguna cosa de ello, usaría de justicia; que mirasen lo que les amonestaba e apercebía; los cuales dijeron que ellos dirían la verdad de lo que supiesen. E luego su Señoría tomó sus dichos de ellos, con juramento cada uno por sí, secreta e apartadamente, en la forma e manera siguiente:

a.- Don Lorenzo de Luna, Gobernador de Tezcuco

El dicho Don Lorenzo, Gobernador del pueblo de Tezcuco, testigo recibido para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho e siendo preguntado por lengua del dicho Juan González, clérigo, intérprete, lo que acerca de este caso sabe: dijo, que lo que de ello sabe y alcanza, es que los ídolos que su Señoría halló en las dichas casas, deben ser que al tiempo que destruyeron los ídolos, algund indio recogió allí los dichos ídolos y los encerró, pero que él nunca los vido ni supo de ellos, y que puede haber setenta o ochenta días, poco más o menos, que vino a su noticia que llamaban al demonio en el dicho pueblo de Tezcuco, y que le invocaban; e sobre ello hizo juntar los principales del dicho pueblo, e porque no pudo saber quién era el que hacía la dicha invocación, anduvo buscando e inquiriendo si había algunos ídolos e idolatrías; e que hizo cavar e buscar a los pies de muchas cruces que estaban por los caminos, y que al pie de algunas cruces hallaron algunas navajas y pedernales, y otras insignias de sacrificios, que lo tiene en su poder; que se averiguó que muchos habían dado en poner aquello, y por ser muchos no los había osado prender; pero que si era nescesario, él   -17-   nombraría las personas que supo, que anduvieron en ello; y que puede haber 40 días, poco más o menos, que vieron cierto humo en la sierra que se dice Tlalocatepetl, e invió allá a ver lo que era a un alguacil, que se dice Pedro, el cual halló en la dicha sierra un ídolo, e copal y papeles de sacrificio con sangre e plumas, e otras cosas que los indios antiguamente tenían por costumbre de poner en los sacrificios; y unos caminantes que venían de Guaxocingo, dijeron a este testigo, cómo habían visto en la dicha sierra de Tlaloca, salir humo, e incinias de sacrificio, y que habían visto bajar de la dicha sierra hacia al camino real muchos indios de Guaxocingo, y que creían que venían de sacrificar; y entonces este testigo mandó a ciertos indios guardar en la dicha sierra, para ver quien hacía los dichos sacrificios, y para la dicha guarda repartió por barrios que lo guardasen, por semanas, y habiendo guardado una semana los de Guatinchan, fue otra semana a guardar Chiabtla, los cuales hallaron en la dicha sierra otra camada de papeles con sangre, e ídolos, y copal, e otras muchas cosas de sacrificio recién hecho; que no supieron quién lo había puesto, porque los de Guatinchan acabaron de guardar el Sábado, y los de Chiabtla fueron el Lunes adelante, y el Domingo estuvo sin guarda, y aquel día que no hubo guarda se hicieron los dichos sacrificios; e que todo lo que trujeron de la dicha sierra, y lo que se halló a los pies de las cruces, este testigo lo tiene guardado, y que ésta es la verdad para el juramento que hizo, e afirmose en ello, y firmolo de su nombre. -Juan González. -Lorenzo de Luna. -(Rúbrica).

E luego su Señoría Reverendísima mandó al dicho Don Lorenzo, Gobernador, que traiga y exhiba ante él, todo lo que halló debajo de las cruces y lo que trujeron de la sierra, para que visto, se haga en el caso lo que sea justicia.

-18-

b.- Don Francisco, indio principal del pueblo

El dicho Don Francisco, principal del pueblo de Tezcuco, testigo rescebido para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho, e siendo preguntado por lengua del dicho intérprete lo que acerca de este caso sabe; dijo, que esta cuaresma pasada que agora pasó, hicieron buscar a los pies de las cruces, y que en muchas partes hallose algunas navajas e pedernales como corazones, e otras cosas de sacrificios, y que cree este testigo que aquello debía de estar puesto de cuando se pusieron las cruces, agora quince años, porque parte de ello estaba podrido, como su Señoría lo podría ver, que lo tiene Don Lorenzo, Gobernador del dicho pueblo; y que puede haber treinta días, poco más o menos, en una sierra que se dice Tlalocatepetl, que está de Tezcuco 3 leguas, poco más o menos, vieron salir humo e inviaron a saber lo que era, y que hallaron papeles con sangre, fresca, e caracoles, e una piedra chalchihui, e unas mantillejas, y ole, y plumas, e otras cosas de sacrificios, e los trujeron todo ello; e lo hizo guardar el Gobernador; y que ha oído decir que los de Guaxocingo hacen limpiar e limpian los caminos, como antiguamente lo solían hacer a las casas del demonio, que es mala señal; y que lo del monte que de suso tiene dicho, que también era de los de Guaxocingo, y que de lo de la casa que su Señoría halló los ídolos, este testigo no lo supo, ni nunca lo vido ni sabe quien los puso; y que ésta es la verdad para el juramento que hizo, y afirmose en ello, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González. -(Rúbrica).

c.- Lorenzo Huizanaualtlailotla

El dicho Lorenzo Huyzanaualtlaylotla, principal que dijo ser del pueblo de Tezcuco, testigo rescibido en la   -19-   dicha información, habiendo jurado segund forma de derecho, e siendo preguntado lo que acerca de esto sabe por lengua del dicho intérprete: dijo, que lo que de ello sabe es que esta cuaresma pasada que agora pasó, el Gobernador e principales de dicho pueblo de Tezcuco, se juntaron e hicieron buscar ídolos e cosas de sacrificio, y que a los pies de algunas cruces, hallaron enterrados algunos pedernales e pedrezuelas e otras cosas de sacrificios, y lo dieron a guardar todo ello al Gobernador, y que su Señoría lo podía ver; y que después de esto fue Don Hernando, Alcalde que es del dicho pueblo, con ciertos indios al monte, e de allá trujo ciertas pedrezuelas como corazones, e otras cosas de sacrificios, que dijo haber hallado enterrados, que así mismo tiene el dicho Gobernador: y que puede haber treinta días, poco más o menos, que oyó decir este testigo que en el monte habían hecho ciertos sacrificios y habían ofrecido a los demonios, pero que este testigo no lo vido ni sabe quien lo hizo, ni tampoco sabe quien tenía los ídolos que su Señoría halló ayer, ni quien los puso allí, y que ésta es la verdad de lo que en este caso sabe, para el juramento que hizo, e afirmose en ello, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González. -(Rúbrica).

d.- Don Hernando de Chávez

El dicho Don Hernando, Alcalde de Tezcuco por Su Majestad, testigo rescibido para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho, e siendo preguntado lo que acerca de este caso sabe por lengua de dicho intérprete: dijo, que este testigo nunca entró en la casa donde el dicho Señor Obispo ayer halló los ídolos, ni los vido hasta ayer, ni sabe quien los puso, ni supo de ello, porque si lo supiera este testigo lo dijera, porque siempre anda buscando si hallará algunas cosas de idolatrías para lo castigar e decir; y que esta cuaresma pasada, el Gobernador Don Lorenzo y este testigo, y los alcaldes e regidores   -20-   de Tezcuco, platicaron desciendo que algunas de las cruces que estaban puestas por el campo a en los caminos, se habían puesto y estaban en lugares donde solían ser altares de idolatrías, y que podría ser que allí hobiese algo, e así hicieron cavar a los pies de las cruces, y en algunas de ellas hallaron pedernales, y cuchillos con que sacrificaban, y algunas figuras de piedra, y caxetes, e otras bujerías de sacrificios, y lo recibieron todo e lo dieron a guardar al Gobernador; y después convinieron a buscar más por los cerros, y en la sierra que se dice Tlaloca, halló Pedro, alguacil que a la sazón era, un ídolo de piedra que se dice Tlaloc, e lo quebró y echó por allí, y dende aciertos días este testigo fue a la dicha sierra, e trujo el dicho ídolo quebrado; y a la orilla del mismo monte, halló este testigo otro ídolo de piedra, y lo quebró y trujo; y que después trujeron de la dicha sierra ciertos papeles e cosas de sacrificios, pero que este testigo no sabe lo que era, porque no fue por ello ni lo vido ni lo sabe quien lo hizo, mas de que ha oído decir a algunos indios de Tezcuco, tratantes, que en México y en Chalco, y en Guaxocingo, y Tascala, le reprehenden e riñen porque quebraron al dios Tlaloc los de Tezcuco; y ésta es la verdad e lo que deste caso sabe, y afirmose en ello, y firmolo de su nombre. -Juan González. -Hernando de Chávez. -(Rúbrica).

e.- Don Antonio, Alcalde de Tezcuco

El dicho Don Antonio, principal y Alcalde de Tezcuco por Su Majestad, testigo rescibido para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho, e siendo preguntado lo que sabe de este caso por lengua del dicho intérprete: dijo, que puede haber siete años, poco más o menos, que el dicho Don Carlos solía vivir en las dichas casas donde ayer su Señoría halló los ídolos; y este testigo iba allí algunas veces, e veía aquella pared y figuras que estaban hacia fuera, sobre la haz de la pared, pero   -21-   que no sabía lo que era, ni lo que estaba dentro, ni quien lo puso; y que esta cuaresma pasada, estando juntos Alcaldes, Regidores y el Gobernador, dijo Don Hernando: que bien sería buscar a los pies de las cruces si habría algunos ídolos, porque algunas cruces estaban puestas donde solían tener los altares para sacrificar, e así lo acordaron de hacer; e hicieron cavar a los pies de las cruces, e hallaron figuras de ídolos e pedernales, e navajas, e caxetes, e otras cosas e menudencias de sacrificios, enterradas debajo de tierra, a los pies de las cruces; y asimismo, en la sierra que se dice Tlaloc, hallaron un ídolo de piedra que se dice Tlaloc, y lo quebraron, que era el ídolo, el dios del agua, que cuando no llovía e había necesidad de agua, iban a la dicha sierra a ofrescerle al dicho Tlaloc, así de México como de Tezcuco, Chalco y Guaxocingo, Chilula, y Tascala, e de toda la comarca, pero que este testigo no ha visto ofrecerle después que los cristianos están en la tierra; al cual dicho ídolo hallaron enterrado debajo de tierra, y lo quebraron como dicho tiene; y que los días pasados, cuando había falta de agua, algunos indios de Tezcuco que iban a tratar a Guaxocingo y Tascala decían que lo desenterraban, diciendo que por los de Tezcuco no llovía porque habían quebrado al dios Tlaloc, dios del agua, y que por su causa morían todos de hambre; y como oyeron decir esto ellos, inviaron personas secretamente a Tascala, y a Guaxocingo, a ver lo que se decía y fueron allá, y cuando volvieron, dijeron que no se decía cosa ninguna, mas que habían visto que los de Guaxocingo tenían los caminos de los adoratorios y la sierra limpios como lo tenían por costumbre de hacer antiguamente para sus sacrificios; y porque supieron que en la sierra donde solía estar el ídolo Tlaloc salía humo, enviaron allá indios a ver lo que era, y hallaron muchos papeles con sangre, y copal, y una codorniz, e otras cosas de sacrificio, que paresce que habían ofrescido y lo trujeron todo y lo tiene el Gobernador; y que segund la manera de los sacrificios lo habían ofrescido los de Guaxocingo, porque cada   -22-   pueblo tenía su manera de ofrescer; y luego pusieron guardas en la dicha sierra para ver quien lo hacía, y 2 ó 3 veces hallaron los dichos papeles e cosas ofrescidas con sangre, y no pudieron ver quien lo hacía, más de que oyeron decir que el camino estaba limpio desde la sierra hasta Guaxocingo, como lo solían hacer en el tiempo antiguo; y que ésta es la verdad para el juramento que hizo, e afirmose en ello, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González. -(Rúbrica).

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X.- Lo que declararon acerca del culto al dios Tlaloc

E después de lo suso dicho, en este dicho día, ante su Señoría Reverendísima, por ante mí el dicho Secretario, parescieron presentes el Gobernador Don Lorenzo, e Don Francisco, y Don Hernando, y Don Lorenzo, principales del dicho pueblo de Tezcuco, e dijeron que como tienen dicho, los días pasados, cuando no llovía e había falta de agua, ellos tuvieron noticias cómo en una sierra que se dice Tlalocatepetl hacían sacrificios e ofrescían al dios del agua, que se dice Tlaloc; y tuvieron noticia que antiguamente, en la dicha sierra, solía estar el dicho Tlaloc, que era dios de la agua, adonde toda la tierra solía acudir por agua y a ofrescer a este ídolo, que era un ídolo de los muy antiguos de toda la tierra; y que en tiempo de las guerras antiguas entre Guaxocingo, y México y Tlascala y Tezcuco, los de Guaxocingo, por hacer enojo a los de México, habían quebrado el dicho ídolo Tlaloc en la dicha sierra; y que después, su tío de Montezuma, que se decía Auizoca, que siendo Señor de México, había enviado adobar el dicho ídolo Tlaloc, que los de Guaxocingo quebraron, e lo hizo adobar e poner en la dicha sierra; y después lo tornaron a tener en mucha reverencia y veneración, porque era muy antiquísimo, que de inmemorial tiempo a esta parte solía estar en la dicha sierra, y que creían que todavía el dicho   -23-   ídolo debía estar en la dicha sierra, y con esta información, enviaron a buscarlo y anduvieron por toda la sierra buscándolo hasta que lo hallaron enterrado, e lo sacaron y estaba adobado con hilo de alambre y con hilo de oro y de cobre, y juntadas las piezas por donde se parescía que había sido quebrado y tornado a adobar, y así trujeron el dicho ídolo, e luego ante S. S., exhibieron una madeja grande de hilo de alambre que dijeron ser con que estaba atado el dicho ídolo; e asimismo enviaron siete barretillas de oro, redondas, de a palmo, poco más o menos, cada una, que dijeron ser del hilo de oro conque estaba atado el dicho ídolo; e dijeron que ellos lo fundieron e hicieron dello las dichas siete barretillas; e asimismo exhibieron tres barretillas de cobre que asimismo dijeron ser de lo mismo, y que ello lo fundieron e ficieron las dichas tres barretas. E otro sí, exhibieron una piedra verde chalchuy con una figura por la una parte, que dicen es cuenta de seis días, que el dicho ídolo tenía en la frente; y que luego que trujeron el dicho ídolo, ellos pusieron guardas para ver si le venían a ofrescer, y quién y de dónde, y dos o tres veces hallaron papeles con sangre y copal, e mantillas, e contezuelas e otras cosas de sacrificios, e no pudieron saber quién lo hacía, porque como sintieron las guardas donde solía estar el ídolo no ofrescían allí sino abajo a las faldas de la sierra, hacia Guaxocingo; y allí hacia Guaxocingo en una parte hallaron mucha sangre fresca, que parescía haberse sacrificado algund mochacho de poco acá, segund la sangre, y el rastro; y que los papeles y sacrificios que hallaron e tomaron en la dicha sierra, son de los de Guoaxocingo, porque por los mismos sacrificios e papeles se conosce, porque cada provincia tenía su manera de sacrificar e ofrescer, e sus señales diferentes, y por esto conoscen ser de los de Guaxocingo; e luego dieron y entregaron a su Señoría la piedra de Chalchuy, y el hilo de alambre, y las tres barretas de cobre, y las siete barretas de oro, las cuales son de gordor de una vara de alto, poco más o menos, e así redondas, y de a palmo de   -24-   largo cada una casi; todo lo cual le dieron para que de ello haga lo que sea justicia, porque ellos lo hallaron con el dicho ídolo, el cual asimismo trujeron ante su Señoría hecho pedazos, de piedra; todo lo cual su Señoría lo depositó en poder de mí el dicho Secretario, para que lo tenga en depósito, de manifiesto, hasta que su Señoría mande lo que se deba hacer de ello conforme a justicia, ecepto los pedazos de piedra; e mandó que al dicho Don Lorenzo dé un conoscimiento de cómo los rescibí en depósito, y los dichos Don Lorenzo, Gobernador e principales suso dichos dijeron, que ellos buscaron e hallaron el dicho ídolo, y que pues lo han comenzado, están determinados de buscar y descubrir todos los más que hubieren e pudieren en toda la sierra, dándoles su Señoría liscencia e facultad para ello; e, que si no lo vinieron a decir a su Señoría antes, ha sido por buscar otros y esperándole darle todo junto; e visto por su Señoría, cómo yendo en seguimiento de ciertos ídolos que se hallaron en la sierra de Tezcuco, y a destruir idolatrías, los vecinos del dicho pueblo le trujeron el dicho oro de suso contenido, desciendo que lo habían hallado entre los dichos ídolos, y que ellos lo daban para que el dicho Santo Oficio, lo aplicara a él, e que se meta en la fundición y se averigüe lo que vale, pagando el quinto, e de ello se haga cargo al tesorero del Santo Oficio, e haciendo esto, da por libre e quitó a mí el dicho Secretario del depósito de ellos. -Fray Juan, Obispo, Inquisidor Apostólico. -(Rúbrica)

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XI.- Depósito de los bienes de Don Carlos

E después de lo suso dicho, en este dicho día, su Señoría Reverendísima dijo, que depositaba e depositó los bienes del dicho Don Carlos, que son las casas de su morada donde al presente vivía, y la heredad cercada que está junto a ella, y las otras casas, donde se hallaron los ídolos; de lo cual todo se dio por entregado al dicho D. Lorenzo, Gobernador, e se constituyó por depositario de ellos, y se obligó de   -25-   lo tener de manifiesto, y de hacer beneficiar el trigo e todo lo demás que en la dicha heredad hobiere, y de acudir con todo ello a quien su Señoría mandare, so las penas en que caen e incurren los depositarios que no entregan las cosas que reciben en depósito; de más de perder el valor de ello, e para ello obligó su persona e bienes, e dio poder a las justicias, e renunció las leyes, e otorgó depósito en forma; todo lo cual entregó por lengua del dicho Juan González, intérprete, y ambos lo firmaron de sus nombres. Testigos: el dicho Juan González y Sancho López de Agurto. -Juan González. -Lorenzo de Luna. -(Rúbrica).

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XII.- Continúan las informaciones sobre el dios Tlaloc

a.- Pedro Zapotlacatl

El dicho Pedro Zapotlacatl, alguacil que solía ser de Tezcuco, e vecino de ella, testigo rescibido, para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho e siendo preguntado lo que de este caso sabe por lengua del dicho intérprete: dijo, que puede haber sesenta días o setenta, que el dicho Gobernador Don Lorenzo envió a este testigo como alguacil, que a la sazón era, con ciertos indios a la sierra, a buscar un ídolo que descían estaba en la dicha sierra; y fue allá y lo anduvo a buscar cavando en muchas partes hasta que topó donde estaba el dicho ídolo, que se dice Tlaloc, que era de piedra, y por el cuerpo estaba revuelto y embadurnado con ole, y chía, y maíz, e cyetl, e cuautle y otras semillas, y parescía ser de muchos días puesto aquel embadurnamiento porque estaba ya podrido, y que lo quebraron, y parte dél trujeron, y parte dél dejaron allá, que después lo trujeron otros indios que fueron por ello, y que esto sabe deste caso; preguntado si tenía, oro o plata el dicho ídolo cuando lo hallaron y qué cantidad de ello: dijo, que este testigo no vido nigund oro; y que ésta   -26-   es la verdad para el juramento que hizo, e afirmose en ello, e no firmó porque dijo que no sabía escribir, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González. -(Rúbrica)

b.- Juan Tlacuzcalcatl

El dicho Juan, indio, que por otro nombre se dice Tlacuzcalcatl, vecino de Tezcuco e casado, testigo rescibido para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho e siendo preguntado lo que sabe deste caso por lengua del dicho intérprete: dijo, que lo que dello sabe es, que puede haber 60 u 80 días, poco más o menos, que por mandado del Gobernador, Don Lorenzo de Luna, este testigo fue con otros indios a la sierra que se dice Tlalocatepetl a buscar un ídolo, que decían que estaba allí, y anduvieron por la dicha sierra buscándolo, hasta que lo hallaron, que era un ídolo de piedra, que se dice Tlaloc, y antiguamente se decía Tlalocatecotli, y que estaba partido por medio, y después lo deshicieron, y por el cuerpo tenía pegado semillas de diversas maneras; preguntado si hallaron oro e tepusque con el dicho ídolo, e qué cantidad: dijo, que no hallaron cosa ninguna; y que ésta es la verdad, e que no sabe otra cosa, e afirmose en ello, e no firmó por que dijo que no sabía escribir, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González. -(Rúbrica).

c.- Andrés, vecino de Tezcuco

El dicho Andrés, indio, vecino de Tezcuco, testigo rescibido para información de lo que dicho es, habiendo jurado según forma de derecho e siendo preguntado lo que cerca de esto sabe: dijo, que puede haber sesenta días poco más o menos, que por mandado del Gobernador Don Lorenzo de Luna, este testigo con otros indios fue a buscar un ídolo a una sierra que se dice Tlalocatepetl, y que   -27-   hallaron un ídolo de piedra que se dice Tlaloc, que estaba entre unas piedras en un hervasal, y que estaba partido por medio del cuerpo y metido debajo de unas piedras y que allí lo deshicieron y este testigo e otros tomaron la cabeza y le hallaron en ella siete pedazos de oro y tres de tepuzque, de a jeme, cada uno poco más o menos, e atada la cabeza con un hilo de alambre, y después untado por encima con un ungüento de dos dedos de alto, lo cual todo le quitaron y lo trujeron y dieron al dicho Gobernador; preguntado, qué piedras turquesas o esmeraldas y qué otra cosa hallaron en dicho ídolo: dijo, que no hallaron otra cosa más de lo que dicho tiene ni sabe otra cosa, e afirmose en ello, y no firmó por que dijo que no sabía escribir, y el dicho intérprete lo firmó de su nombre. -Juan González. -(Rúbrica).

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XIII.- Los ídolos de la cama de Don Carlos

El dicho Lorenzo Mixcoatlaylotla, vecino de Tezcuco, casado, testigo rescibido para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho, e siendo preguntado lo que cerca desto sabe por lengua del dicho intérprete: dijo, que puede haber diez e siete años, que oyó decir este que declara, que Tlalchachi, tío de Don Carlos, había puesto allí aquellos ídolos en la casa donde su Señoría los halló, y que no los puso sino de burla, como eran de piedra y a falta de piedra; preguntado, quién se lo dijo a este testigo: dijo, que son ya muertos los que se lo dijeron; preguntado, por qué no los descubrió al cabo de tanto tiempo que sabía que estaban allí, dijo, que porque no lo tenía en nada, y porque pensó que era cosa desechada; preguntado cuántas veces ha entrado en la dicha casa a adorar los dichos ídolos y a ofrescerles: dijo, que ninguna vez, que si alguna vez entraba allí no era a eso, y que miraba aquello donde estaban los dichos ídolos y le parescía malo, y descía entre sí: «bien sería derribar esto», e por otra   -28-   parte pensaba que estaría enojado el que guardaba la dicha casa, que es Pedro Yzcuitecatl, e por eso se dejaba de ello; preguntado, qué otras personas ha visto este que declara entrar en la dicha casa y ofrescer a los dichos ídolos: dijo, que no, a nadie; y que ésta es la verdad para el juramento que hizo, e afirmose en ello, e firmó el dicho intérprete porque él dijo que no sabía escribir -Juan González. -(Rúbrica).

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XIV.- Lo que hallaron a los pies de las cruces enterrado

El dicho Lorenzo del Águila, vecino e principal de Tezcuco, en la Collación de Chiautla, testigo rescibido para en la dicha información, habiendo jurado segund forma de derecho, e siendo preguntado por lengua del dicho intérprete: dijo, que esta cuaresma pasada, en el dicho pueblo de Chiautla, buscaron a los pies de las cruces si había algún ídolo e cosas de sacrificio, y debajo de tierra, enterrados a los pies de las cruces en cinco partes hallaron ciertas figuras de ídolos e cosas de sacrificios, y lo dijeron al Gobernador cómo habían hallado aquello, y él les dijo que los guardasen hasta que se acabasen de buscar todos; y después, por mandado del dicho Gobernador, este testigo envió a la sierra ciertos indios a guardar e a ver quien ofrescía a los ídolos, y que los indios que este testigo envió trujeron ciertos papeles con sangre, e mantillas, e otras cosas de sacrificios, que dijeron haberlo hallado en la dicha sierra, a la parte de Guaxocingo; y que ésta es la verdad e lo que deste caso sabe, y afirmose en ello, y lo firmó de su nombre. -Lorenzo del Águila. -Juan González. -(Rúbrica).

E después de lo suso dicho, en este dicho día, el dicho Gobernador Don Lorenzo de Luna e principales del dicho pueblo, en cumplimiento de lo que por su Señoría Reverendísima les fue mandado, presentaron y exhibieron ante S. S. R. muchas figuras de ídolos y pedernales a manera   -29-   de cuchillos de sacrificar y de corazones, y muchas pedrezuelas y cuentas de diversas maneras, de copal, e ole, e otras cosas de sacrificios, y tres o cuatro petates de papeles, y mantillas, e otras menudencias que dijeron ser cosas de sacrificios, de los que a los ídolos se suele ofrescer; y que todo ello era lo que habían sacado y hallado enterrado a los pies de las cruces y lo que trujeron de la sierra en tres o cuatro veces como de suso tienen declarado; e que no tienen ni saben de más, so cargo del juramento que tienen hecho, y que si de otros algunos supieran o los hallaren que también lo dirán e los traerán ante su Señoría, y que irán a buscarlos por todas partes; todo lo cual dijeron por lengua del dicho Juan González intérprete; todo lo cual mandó su Señoría guardar, para lo llevar a México y hacer justicia. Testigo: el dicho Juan Hortuño de Ibarra. -(Rúbrica)

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XV.- Diligencia en Tezcucingo

E después de lo suso dicho, en siete días del mes de Julio del dicho año, su Señoría Reverendísima, por ante mí el dicho Secretario, de pedimento del dicho Gobernador e principales, fue a la sierra que se dice Tezcucingo, en la cual había muchas figuras de ídolos esculpidas en las peñas, a las cuales su Señoría mandó deshacerles las figuras y quebrallas, y a las que no se pudiesen quebrallas, que les diesen fuego, para que después de quemarlas se pudiesen quebrar y deshacer; e por su mandado los indios que iban con los principales los comenzaron a quebrallar y a quitarles las formas e figuras de las caras, y a uno de los dichos ídolos pusieron fuego, en cama; para deshacer y quebrar después de quemado: y su Señoría les mandó que todos se deshiciesen de manera que no quedase memoria de ellos, a lo cual fueron presentes dos frailes de la orden de San Francisco que fueron con su Señoría de Tezcuco, y el padre Pedro López de Mendoza, e Antonio de Pomar, e Hurtuño de   -30-   Ibarra y otros; y desde la dicha sierra de Tezcucingo se volvió su Señoría; y el dicho Gobernador Don Lorenzo se fue adelante a ciertas sierras con mucha gente de indios a buscar más ídolos con un mandamiento de su Señoría. -(Rúbrica).

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XVI.- Lo que declaró Gerónimo de Pomar

El dicho Gerónimo de Pomar, testigo rescibido, para a dicha razón, para información de lo que dicho es, habiendo jurado segund forma de derecho, e siendo preguntado si sabe de algunos ídolos, quién los tenga o sacrifique o adore: dijo, que lo que de ello sabe es, que puede haber tres meses y medio, poco más o menos, que este testigo reside en el pueblo de Guaxutla sujeto a Tezcuco cuando se da que en dicho pueblo de Guaxutla, vido este testigo una casa que se dice Tecuancale, en la cual no vivía nadie, y que los indios del dicho pueblo la tienen aderezada de petates e equipales, y cada noche tienen lumbre en ella. Y porque le pareció mal de ello, envió este testigo a decir a Don Pedro, Señor del dicho pueblo, que aquella casa tenía nombre del diablo, y que la hiciese derribar, pues no vivía nadie en ella ni se aprovechaban de ella, y que si no la derribase, este testigo lo diría al señor Obispo de México; y que el dicho Don Pedro no le volvió respuesta, más de que cerraron los portillos de la dicha casa para que no pudieran entrar a ella, sino fuese por donde estaban los tapias que la guardaban; y este testigo no se curó de ello, y que puede haber cuarenta días, poco más o menos, que estando el dicho señor Obispo en Tezcuco, le enviaron a decir a este testigo los señores e principales del dicho pueblo, que Don Pedro y Don Juan y Alcaldes e Regidores del dicho pueblo, le enviaban a decir que ellos le tenían por padre y por hermano a este testigo y que los días pasados les había enviado a decir lo de la casa, que si este testigo sabía donde estaba el diablo, o algunos ídolos o chalchuyes, que lo sacaran con sus indios y que lo tomasen para sí, e si no lo   -31-   quisiera él hacerlo que se lo dijese a ellos, que ellos lo sacarían, y que no curase de decir nada de aquello al Señor Obispo; y este testigo les dijo, que ya él lo tenía olvidado aquello, y que a este testigo le paresció mal aquel cumplimiento que ficieron a cabo de muchos días que había pasado lo otro, cuando vieron que el señor Obispo estaba en Tezcuco, y porque le paresció mal lo dijo a Su Señoría; y que ésta es la verdad y lo que de este caso sabe para el juramento que fizo, e afirmose en ello, e firmolo de su nombre. -Gerónimo de Pomar. -(Rúbrica).

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